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Gracias a todos los que me seguis. Gracias a todos los que me apoyais, o le comentais a mi familia lo que os gusta. Intentaré continuar así y espero que sigais siendo así, y quien sabe si dentro de poco no vereis estas historias en las librerias...

lunes, 5 de septiembre de 2011

La cuna de los Mayas

El final del día se acercaba. Las nubes se alejaban, como una corte, siguiendo al Rey, el Gran Orbe, mientras este comenzaba su descenso. Dos agentes del FBI custodiaba el Cenote Sagrado, por seguridad. Se intercambiaban cada tres horas, y cada media hora confirmaban por Walkie-Talkie que iba todo bien. Desde la zona boscosa en la que estaban ocultos, Samantha pudo ver dentro de una tienda de campaña, un par de equipos de buceo. Se le había ocurrido un plan.
- Ruben, tu que eres más rápido, necesito que vayas a por un bote de Cloroformo que tengo en la bolsa de compuestos. ¡Rápido!
10 minutos después apareció Ruben con un bote blanco, de plástico y con una pequeña etiqueta.
-Escuchad. Yo atraeré a los agentes hacia nuestra posición. Necesito que os escondáis, y cuando bajen la guardia, les droguéis y vosotros - dijo Sam, señalando a Alex y Mark- quiero que os pongáis sus uniformes, y contestéis al Walkie. Rubén y yo bajaremos con el equipo que hay en la tienda de campaña. Son las 9, justo... Acaban de hacer el cambio de guardia, y el siguiente será con el eclipse.- Se desgarró un poco la camiseta. -Escondeos, voy a traerles.
Comenzó a hacer ruido y a gritar y salió de la maleza. Los agentes la apuntaron con sus pistolas, pero dejaron de hacerlo cuando la vieron llorar y gritar. Parecía que la hubiera atacado algún animal salvaje.
-¡¡Es que nadie va a venir a ayudarme!! ¡¡Ayuda!!
Ambos agentes se miraron, y corrieron a socorrerla.
-¿Qué la ha pasado?- Preguntó el agente.
- Un loco con una daga, ¡ha intentado matarme!
- ¿Dónde?
- Ahí, en el bosque.
-¿Podría acompañarnos e indicarnos el lugar?- Dijo el otro agente, más tranquilo.
- Cla... claro...- Dijo Sam, fingiendo miedo.
Como moscas en una red, Samantha les estaba llevando hacia su trampa. Dieron un rodeo, hasta llegar al lugar donde estaban escondidos.
-¡Miren! Es una huella suya.- Dijo Sam.
Ambos agentes se agacharon a observarla, cuando notaron una mano en su cara, y cayeron plácidamente dormidos.
Sam y Ruben dejaron a Alex y Mark cambiándose, y comenzaron a ponerse sus trajes de submarinismo dentro de la tienda.
-Buena interpretación, Sam.- Dijo Ruben
- Gracias, estuve asistiendo un par de años a clases.
- Deberías dedicarte a eso.
- Es muy difícil vivir de la interpretación. Solamente unos pocos afortunados lo consiguen. Los demás acaban en la calle, o burdeles de mala muerte.
Se hizo un silencio incómodo, hasta que se oyeron voces fuera.
- Chicos, os estáis perdiendo el espectáculo.- Dijo Alex.
Salieron, y no se podían creer lo que veían. Entre los árboles se dejaba filtrar un rayo de luz, el cual se adentraba en el cenote, iluminándolo al completo por acción de unos micro cristales incrustados en las paredes, y llenándolo de colores.
-El sendero de la vida. Es nuestro turno.
Y, con un salto, se adentraron en ese espectáculo de colores, que parecía sacado de una peli de ciencia ficción de Hollywood. Debajo del agua era más fácil seguir el rayo, debido a la turbiedad del agua. Esto debería debilitar la fuerza del rayo, pero, misteriosamente, según descendían era aun más potente. De repente, algo se mueve abajo.
-¿Lo has visto?- Pregunta Sam
-¿El que?
- Esa sombra... no se... ¿No viste nada de veras?
- Será la intranquilidad que tienes, y el recuerdo de lo ocurrido aquí la última vez... -Intentó tranquilizarla Ruben.
-Sí, será eso...
Pero, como un rayo, una sombra negra empezó a subir hacia ellos. Mediante se acercaba, se iba dividiendo en pequeñitas manchas. De repente se vieron rodeados de oscuridad. Samantha llevaba su linterna acuática con ella, y la encendió. Cientos de ojos se abrieron y empezaron a atacarles. Blandiendo sus cuchillos intentaban deshacerse de ellos, pero no les afectaban. Eran como espíritus.
-¿Que hacemos? No les afecta.- Dijo Rubén.
-Tú continúa, reaccionaran haciendo algo.
No pasó ni una milésima de segundo cuando se comenzaron a juntar. Empezaron a tomar forma. Estaba en forma fetal. La cabeza la tenía deforme, ovalada, con dos grandes ojos rojos, y una boca con afilados dientes; era enano, de metro treinta, largas extremidades y garras como uñas. Su piel era grisácea y estaba calvo. Les miró, y entró en su mente.
"Bienvenidos a mi morada. Parece ser que la alucinación a la que os he sometido no os ha afectado, pero tampoco habéis ganado. Me temo que vuestro camino aquí, y en el mundo terrenal ha terminado. Disponeos a morir"- Dijo telepáticamente ese ser.
"¿Quien eres? ¿ Por que no nos dejas continuar?"
" Soy AhPuch. Los mayas me tomaron como su Dios de la muerte la primera vez que me vieron salir de aquí, de este cenote. Por eso sus sacrificios solían ser tirarme a la gente para que las llevara a Xibalbá, nuestro inframundo. Pero realmente vivo aquí desde más allá de su cultura. Soy el guardián del códice, eso que venís buscando. Poca gente me aceptaba, entre ellas Kukulcán, y otra mas reciente, Paco José. Pero no os permitiré pasar de aquí, pues por culpa del códice y de vosotros, humanos, le he perdido. Disponed a morir" Y se lanzó hacia ellos.
Sus garras atravesaban la piel como si fuera papel. Primero hizo un corte en la cara a Rubén, y luego en el brazo a Sam. Esta le clavó la daga. La sangre le manaba del corte, pero el ser no dejaba de reír. La miró y dijo:
"Sucia necia, yo no soy como vosotros, soy un ser hecho de oscuridad, terror y pena."- La raja comenzó a curarse con un tejido negro. En un par de segundo no había herida. "No podéis hacer nada contra mí".
Se abalanzó contra Ruben, mientras Sam miraba como se peleaban.
"Oscuridad... ¿Con que se podía combatir? Espera..." Pensó Sam
-¡ Ruben! ¡Empújale contra el rayo de luz!
Ruben cogió al ser. y lo lanzó contra el rayo. Consiguió pararse antes de que le atravesara, pero una parte de sus garras lo tocó, desintegrándose con un alarido.
-¡La luz solar es su debilidad! Entretén al ser mientras consigo algo que lo refleje...
Ruben siguió peleando mientras Sam buscaba por la pared en busca de algún tesoro dorado, que reflejara la luz, o alguna superficie lisa, pero nada. De repente recordó que el cristal de sus gafas de buzo era un buen material reflectante. Debía apuntar bien, pues el rayo tenía tal temperatura que fundiría el plástico en cuestión de segundos. El ser no dejaba de moverse, pero se alejó de Ruben...
-¡Ruben, quédate quieto, deja que vaya a por ti!
-¿QUE? ¿ESTAS LOCA?
- Confía en mi...
El ser estaba a unos diez de metros de Ruben. Una sonrisa esbozaba su cara. Su presa se había cansado. Era su oportunidad. Cogió impulso y como un torpedo se acercó a Ruben. Ya saboreaba su victoria, pero realmente era su fin. Sam creó un muro de luz delante de Ruben que, al pasar por él el ser, se desintegró en minúsculas motas de polvo.
-La próxima vez que hagas eso, avisa.- Dijo Ruben.
- Ya estamos en paz por haber mantenido lo tuyo en secreto.
Y comenzaron a reírse.
Siguieron bajando, hasta ver una abertura. Tenía forma de arco, e inscripciones en ella.
- Pone la cuna de los mayas en todos los idiomas antiguos. Creo que hemos llegado...
- Nos queda una mísera hora. Espero que no sea muy profunda y que no hayan mas obstáculos, o moriremos aquí dentro.- Dijo Sam.
La abertura daba a una cueva, la cual tenía una lámpara que se había alimentado del rayo solar, concediendo luz a todos los rincones. Era un yacimiento de Lapislázuli y Obsidiana, pues las tonalidades azules y negras daban la sensación de día y noche. En el centro de la sala se podía ver un Chac Mool con el artefacto. Este era negro. Más que la obsidiana. Se acercaron hacia él cuando una mujer apareció de una abertura en la cueva. Era una mujer ya vieja, con pelo rubio, desgastado por los años. Era tuerta, su único ojo era tan azul como los de Ruben, y su cuenca ocular no estaba oculta, dejando ver el vacío en él. Su nariz era aguileña, y sus dientes estaban podridos.
-Os estaba esperando. Parece ser que no le hicisteis caso a mi nota.
-A sí que usted es la que la envió...- Dijo Ruben.
- Y sabía que tu vendrías con ella hijo, supe que los espíritus hicieron bien diciéndome que te dejara en aquel orfanato.
"Sabía que tu vendrías con ella, hijo" "Hijo" ¿Era ella la madre biológica de Ruben? Pensó Sam.
-¿Hijo? No es posible, mi madre era joven, o al menos eso me dijeron en el orfanato...
- Madre Carmen es una gran amiga mía, no quería interferir en tu destino hasta llegado el momento.
-¿Y, si estabas tan preocupada por su futuro y su papel en lo que fuera que te dijeran los espíritus, me puedes decir el por qué de esa nota?- Pregunto Sam
- Sin la nota, tu seguirías en tu día de descanso, y la sala se habría cerrado esta misma noche, impidiendo vuestro destino, salvar el mundo.
- ¿Salvar el mundo? -Preguntó Ruben.
- Déjame enseñarte lo que he visto... - Le dijo la anciana a Ruben. Se acercó a el y , posando sus dos manos ancianas en su cabeza, se desplomó.
-¡¿Que le has hecho?!- Dijo Sam.
-Esta viendo el futuro, querida. Mientras, ve cogiendo el códice y preparándote para la salida. Vamos justos de tiempo.
Tenía razón, eran las 9:30. Les quedaba media hora antes de que pasara lo que les avisó.
-¿Que le dijeron los espíritus?- Preguntó Sam.
- Que mi hijo tendría un gran papel en la salvación mundial, que iría acompañado de una hermosa mujer, y que no tuviera miedo de abandonarle, antes de mi fin le vería.
Estuvieron hablando de sus antepasados y mitología maya hasta que Ruben se levantó con los ojos en blanco y dijo:
-Es tarde, os pudriréis en esta sala como míseros humanos que sois.
Reconocía esa voz, era AhPuch. Su cuerpo se había desintegrado, pero su alma penetró en Ruben, y, habiendo dejado su madre su alma vagar por su mente, se había apropiado por unos segundos de su cuerpo, permitiendo darles el mensaje, y haciendo que Ruben se levantara, pálido y sudoroso.
Acto seguido comenzó a temblar el suelo.
-Es el eclipse, ya ha comenzado. Su fuerza tenebrosa ha afectado al núcleo del planeta, provocando un terremoto aquí. Ese era el último aviso de los espíritus.- Dijo la anciana.
-Madre, vente con nosotros- dijo Ruben.
-No, querido, mi destino era permanecer aqui hasta que llegaras tu, y entonces morir. Ha sido un placer volverte a ver, y un honor haber sido tu madre. -Las piedras empezaban a caer del techo.- Ahora, ¡vete!. Tu debes sobrevivir, yo no...
-Pero madre...
-¡Vete! ¡Corre, vete!
-¡Vamos Ruben! - Dijo Sam tirando de él. Ella había preparado los botes de oxígeno mientra estaba en trance, así que no tardaron mucho en sumergirse.
Tenían que ir esquivando las piedras que caían al agua, y oyeron un gran estruendo. La sala se había derrumbado. A Ruben se le cayó una lágrima a sus gafas de buzo. Al fin conoció a su madre biológica, y ese mismo día la ha perdido, pero esta vez para siempre. Ya veían el arco, pero se estaba desmoronando. O se daban prisa o se quedaban ahí. Ruben pasó sin problemas, pero Sam se enganchó con una piedra que cayó, permitiendo a otra chocar contra su pierna y partírsela.
-¡Ruben, ayúdame! ¡Mi pierna! -Gritó Sam
Después de forcejear un poco con la roca, ambos subieron a la superficie, rojiza debido al eclipse. Estaban a pocos metros y se les había acabado el oxígeno. Se quitaron la máscara y, al salir a la superficie, no solo notaron la brisa y el oxígeno, sino la presencia de los cañones de unas metralletas apuntándoles.



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