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Gracias a todos los que me seguis. Gracias a todos los que me apoyais, o le comentais a mi familia lo que os gusta. Intentaré continuar así y espero que sigais siendo así, y quien sabe si dentro de poco no vereis estas historias en las librerias...

domingo, 29 de abril de 2012

Adios pequeño, adios

Lo que no te mata te hace más fuerte. Eso dice la canción. Y razón tenía. Pero llega un momento que, ni la más fuerte fuerza, ni la más viva esperanza y deseo consigue llevarse a la muerte de en medio. Hoy, me he levantado, como un día más. Solo, eso sí. Y me ha llamado mi madre para ver que tal estaba. Me asomo mientras hablo y le veo ahí, tumbadito, como si estuviera durmiendo. Que gilipollas fui...


Cuando me acerco a darle lechuga veo que está agonizando, que dificilmente se podía levantar. Me miraban unos ojos que decían: "Por favor, ayudame" mientras sus patitas sufrían espasmos. No lo podía aguantar... Le cojo en una manta y le llevo, junto a mi abuelo, fuimos corriendo al veterinario. Yo me paraba en ocasiones, notaba que se le iba la vida. Hasta que dejó de respirar... Al llegar a la cñinica vuelve a respirar, pero con muchas dificultades. La veterinaria nos da la noticia que temíamos: Hay que sacrificarlo. Me hundo. Me hundo en un torbellino de angustia, de odio hacia mí mismo por no poder hacer nada, y tristeza. Tumbado en la camilla me mira con el único ojo que tiene abierto. Podía ver lágrimas en él. Un conejo llorando... Pero expresaba todo lo que me podía decir... que le dejara ir. No pude... No puedo soportarlo. Ver como le inyectaban el sedante, como no se movía, ni se quejaba, como él había sido siempre, un VALIENTE... como le entró un pequeño espasmo... como le pinchaban con la jeringuilla en el corazón... Una gota de sangre de su corazoncito se abre paso por la jeringa... dictando el final...
No pude soportar la presión y, ya inerte, le agarré de la patita y comencé a acariciarle. No podía dejarle ir. No me hacía a la idea de no verle. Pero ya era tarde. Sus ojos ya no expresaban vida. Intenté cerrárselos, pero no podía, asique me limité a acariciarle el lomo, y a despedirme de él con el silencio, y con estas palabras, que ojalá le lleguen. Que él fue algo más que una mascota. Era algo más en la familia. Que no se merecía morir, pero que ha sido, es, y será, un conejo MUY VALIENTE, y un García-Cantarero Alañón más.
Hannah, te tendremos siempre en nuestro corazón.
PD: Mamá,, no te sientas culpable de haberme dejado solo frente a esto. Nunca estoy solo, aunque lo parezca. Yo no siento rencor, siento pena. Pena por no haberos podido despedir. Pero al menos no le habéis visto sufrir, y podéis tener una imagen de él como era, valiente, y jovial.

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